viernes, 3 de septiembre de 2010

Benditos los malditos / Gracias, Fogwill




Estuve fuera por dos días. Fuera, lo que se dice en otra parte. Quizás hasta podría decir que estuve fuera del mundo. Alguien me arrastró, me cogió de las solapas o de los brazos y entonces no quise dejar que me soltase. Cuando me di cuenta era yo quien tomaba sus manos, quien se aferraba inconsciente a ellas. Pero ojo, porque me acerqué a la Pichicera -en ese puto lugar que algunos llaman Malvinas-, a unos pocos metros de la entrada, del tobogán por donde se deslizaban los soldados. Los podía ver cuando salían a mear. Fue todo tan rápido que apenas sentí frío, el frío de ellos, o el calor en el pozo, allí dentro. No me animé a meterme, lo examiné, pude ver la pequeña almacén y la estufa, pero me faltaron huevos para empaparme de él. Aun así, estuve fuera del mundo por dos días, mirando como la muerte estaba por todos lados, cagándome yo también por haber nacido en el putísimo año mil novecientos sesenta y dos aunque no haya nacido en el mil novecientos sesenta y dos. Cagándome en el cerebro escabroso de esos cuantos hijos de una procesión de putas que se inventaron una guerra y en los medios que la llevaron a cabo. Cagándome en lo más parecido a todo tipo de sentimiento patrio (eso en este mundo y en cualquier otro que se me pueda ocurrir). Fui un desertor, como cualquier otro de “Los Pichiciegos” de Fogwill, qué podía pasar, ¿qué nos maten? Vaya ironía.



sábado, 26 de junio de 2010

Carta abierta a un amigo




Por acá las cosas andan bien. A veces un poco raro; no me encuentro. Y me jode, porque el tiempo pasa rápido y la cosa no está como para no encontrarse. Creo que todo esto se debe a un problema de alimentación que tuve de chico. Sí, aunque suene raro. Ya se sabe, las miserias de los comienzo de los ochenta. Todo era gris, no me imagino la ciudad en aquel entonces. O tal vez no quiera imaginarla, así, como en "Luna de avellaneda", con esas lamparitas de colores azules, amarillas y rojas, de un lado a otro de los postes y gente que tiene fe en dios porque no hay otra cosa. ¿Cómo serían las cosas si mi viejo hubiera leído a Nietzsche? ¿Escucharíamos juntos a Pink Floyd y fumaríamos un porro? El cemento predominaba en los comienzos de los noventa. Por suerte nos quedó Charly García. ¿Te acordás cuando lo vimos? ¿Cuánta muerte habrá pasado por Avenida Corrientes? Quiero decir, ¿cuánta vida, cuánto desamor, cuántas balas? ¿Y tiempo? Si hasta Sabina la piso y se enamoró. Y alguna vez Serrat. Estoy tomando una Stella bien fría, como hay que tomarla. Porque es parecido a la fe, porque no hay otra cosa.

Foto: Con Juan en Plaza Serrano. Hacía noche y calor. Había botellas y había gente, vendedores, policías, mesas. Gracias Pepe.

sábado, 5 de junio de 2010

La revolución es un sueño eterno


Y vaya si lo es porque si fuera posible la lucha no tendría sentido es decir diríamos ¿y ahora qué? otro caso donde el fin es el propio medio o solo una excusa y qué gracia tendría sino porque hombres lo que se dice hombres eran los de antes dice mi tía pero yo le respondo que tal vez sí qué se yo pero que por suerte mujeres son las de ahora y ella me mira frunce la frente con las manos en la cintura sujetando el repasador y me mira desde ahí arriba y adivina aunque no lo dice que la estoy juzgando que ella siempre soñó con las telenovelas pero ahora quiere decir que ya no es su tiempo y apuesto a que nuca se atrevió a desear como Daiana y que sólo alguna vez cuando todavía era joven y sus pechos frescos y tímidos habrá tenido esa duda frente al espejo pero enseguida se reprimió y ese enseguida fue para toda la vida ¿y quién tiene la culpa? No estoy seguro solo puedo decir esto por ahora.

viernes, 30 de abril de 2010

Manual sadomasoporno [ex tractat]

(...)
Bien. Siempre estuve en contra de las modas, tanto en el erotismo como en lo científico. La mayor parte del libro aparenta ser la narración de un tipo que se las sabe todas, hasta que al final vemos que es una historia de amor. Aquí queda claro lo vulnerable que es uno cuando quiere a otro. Quien se enamora es un inocente. O queda en un estado de inocencia, por lo menos. Es a la inversa de El francotirador, de Weber, donde el personaje hace un pacto diabólico. El enamorado, por el contrario, hace un pacto luminoso, pero, al igual que en la ópera mencionada, le espera "la garganta de los lobos": el horrible desfiladero. En este mundo se perdona todo menos la felicidad. ¿Qué ácido corrosivo podría compararse a los celos y la envidia de los convencionales? Ellos, los de la moda, los enemigos de todo lo distinto, los que usarán las balas mágicas del Francotirador para matarte.
Por Alberto Laiseca.


Breves notas sobre la ciudad al viento:

Compré este libro luego de asistir a una lectura de Laiseca en Eterna Cadencia. En el húmedo Buenos Aires de enero. Un enero en 2008. Es de un valor filosófico inevitable. El modo de abordar la tragedia, esas de las que nos reímos pero en el fondo duelen, pinchan. Pero como carne de diván, en una ciudad enamorada no se puede hacer otra cosa. Algunos lo llaman clase. Digo, al saber perder (que es muy distinto al perdedor patológico enamorado de la postura romántica del fracaso y que curiosamente atrae a tantas mujeres en busca de dar maternidad heredada), al aceptar lo inevitable y darle la mano. Muchas gracias y a otra cosa. Siempre te recordaré de la mejor manera. Pero la tarde, la humedad. El estar enamorado de la vida y de paso en ella y en la ciudad del nunca jamás.

martes, 20 de abril de 2010

Sábado: yo prevarico, tu prevaricas, él prevarica

Quién sabe Alicia, este país no estuvo hecho porque sí.

Por la mañana leí en el cada vez más ambiguo periódico “El País” las noticias acerca del futuro del juez Garzón. Se pretende juzgarlo por investigar crímenes de la dictadura.
Y la cosa no iba a mejorar. Al llegar a la taquillas del cine, después de la cena, presentí que la aventura podría ser terrible. Era fácil de saber por qué. En la remera de la vendedora se promocionaba la ansiada película de Alicia en el País de las Maravillas, con un gótico y colorido estampado de los personajes sobre un fondo negro. Centímetros más arriba -y también sobre fondo negro-, el logotipo color cyan de Disney anunciaba lo que efectivamente pasaría. Iluso de mí, víctima de mi estupidez, caí en la trampa del tres dé. ¿Por qué creí que la técnica podría resolver parte del problema de la ausencia en las salas si lo que pasa en verdad (así como también en parte del problema discográfico) es la publicación de una gran cantidad de cine basura dirigido a un publico adolescente? El mundo entero está en su derecho de hacer lo que quiera, pero la pregunta es por qué se cae en facilismos cuando ya se ha demostrado capacidad anteriormente, cuando ya se ha hecho otra cosa. James Cameron y sus muñequitos azules no me decepcionaron, porque no esperaba nada de ellos (de Cameron y sus bluepeace). Guardo los mejores recuerdos acerca de Terminator, aquel robot que tenía una mala leche increíble y le disparaba a todo lo que se movía. ¿Por qué Tim Burton se queda en las formas, si ya había demostrado su capacidad y elocuencia para contar historias, desarrollar personajes y hacerlos evolucionar en su búsqueda, transformándolos? Indignaciones aparte, salí del cine en silencio, algo dolido. Ya era de madrugada. Prendí un cigarrillo y afirmé una frase discutible pero no sin cierta crítica: sábado, el día en que Tim Burton se aburguesó.
El 10 de abril se cumplieron cuarenta años sin los Beatles y en la televisión pública apareció, luego de una tanda, la imagen de un Lennon sonriente, 4 o 5 segundos en los que decía algo acerca de por qué mirar hacia los ´60 y los ´70. Hablaba de la necesidad de inventar, de innovar. Y vaya si lo hizo. Pero las imágenes no correspondían a ningún documental, para mi desgracia. Eran utilizadas como parte de un anuncio de Citroën. En esos 4 o 5 segundos sentí que la revolución aún era posible. Luego, el asco.
El amor es ciego; la justicia, también. Si Garzón quedara inhabilitado, muchos se pondrían contentos. Para qué tener memoria, para qué películas que además de divertirnos, nos hagan reflexionar un poco. Supongo que es más fácil los efectos especiales que el enfrentarse a uno mismo. Tomorrow never knows, John.